Una sociedad en paz y en la cual se respeten los derechos de sus habitantes no deja nunca de ser el fruto de un penoso y difícil esfuerzo. Tal como señalaba el jurista alemán Ihering, no hay un solo derecho que no sea sino el fruto de sangre derramada en las calles, en otras palabras, los pueblos no alcanzan su dignidad sin dar una batalla por ella.
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